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5 hábitos de Coco Chanel que le mantuvieron la juventud

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Entendía que para conquistar el mundo, primero debes conquistar a ti mismo

A los 87 años, Coco Chanel seguía trabajando, creando colecciones y conquistando a los hombres. El secreto de su juventud eterna no residía en cremas caras ni en operaciones plásticas, sino en simples hábitos diarios. ¿Cuáles eran las reglas de vida que ayudaron a esta gran dama a mantenerse energética y atractiva hasta sus últimos días?

Lo más importante de este artículo:

  • Chanel dormía exactamente 8 horas al día y nunca infringía su rutina de sueño;
  • Cada mañana comenzaba con una ducha contrastante y una ligera gimnasia;
  • Comía según el principio “menos pero mejor”: prefería ostras a pasteles;
  • Nunca se bronceó y siempre protegió su piel del sol;
  • Cuidaba sus manos todos los días y las consideraba la tarjeta de presentación de una mujer.

El sueño como ritual sagrado

“La belleza comienza con un buen descanso”, decía Chanel y seguía este principio sin excepción. Se acostaba a las 22:30 y se levantaba a las 6:30 de la mañana, exactamente ocho horas de sueño cada noche. Sin excepciones, incluso en eventos sociales.

El dormitorio de Coco era un verdadero templo de descanso. Cortinas pesadas no dejaban entrar ni una sola luz solar, la temperatura se mantenía a 18 grados y antes de dormir la habitación se ventilaba al menos media hora. Dormía sobre un colchón ortopédico, algo raro en los años 1920, y cambiaba la ropa de cama cada día.

Le prestaba especial atención a la preparación para dormir. Una hora antes de acostarse, nada más que relajación. Masaje facial suave, té de hierbas y meditación. “La piel se regenera por la noche, y mi deber es crear condiciones ideales para ello”, explicaba su ritual.

Detalle interesante: Chanel nunca dormía con maquillaje, incluso las huellas de labial eran consideradas inaceptables. La limpieza facial por la noche le tomaba al menos 20 minutos: primero con leche limpiadora, luego con tónico y después un crema nutritiva hecha por ella misma.

La rutina matutina y la ducha contrastante

A las 6:30 de la mañana, tan pronto sonaba el despertador, Chanel se dirigía al baño. Una ducha contrastante: primero agua caliente dos minutos y luego agua fría treinta segundos. Repetía el ciclo cinco veces. “Eso es mejor que cualquier taza de café”, bromeaba.

Después de la ducha, hacía gimnasia obligatoria. Nada complicado: inclinaciones, sentadillas, ejercicios para manos y cuello. Solo 15 minutos, pero todos los días sin excepción. A los 60 años, Coco era más flexible que muchas personas de treinta.

Le dedicaba especial atención a los ejercicios faciales. Masajeaba las sienes, frente y área alrededor de los ojos. Hacía muecas frente al espejo: estiraba los músculos de las mejillas, levantaba las cejas y abría la boca ampliamente. “La cara también es un músculo, y se debe entrenar”, era su convicción.

Finalizaba la rutina matutina con una limpieza corporal usando una escoba dura. Comenzaba desde las piernas y subía hasta el corazón, para mejorar la circulación sanguínea. Luego aplicaba una crema hidratante hecha por ella misma con aceite de oliva y extracto de rosa.

Alimentación: calidad frente a cantidad

Chanel comía poco, pero siempre productos de alta calidad. Desayuno: café negro, pan integral y frutas. Almuerzo: ensalada ligera, pescado o mariscos. Cena: vegetales y proteínas, sin carbohidratos después de las seis de la tarde.

Plato favorito: ostras con champán. “En las ostras hay todo lo necesario para la piel: zinc, yodo, aminoácidos”, explicaba su preferencia. Las comía dos veces por semana y consideraba el mejor producto cosmético.

Dulces: solo antes del almuerzo y en pequeñas cantidades. Prefería chocolate amargo: un trozo después de la cena. “El azúcar es el enemigo de la juventud”, repetía y controlaba estrictamente su consumo.

Bebía mucha agua: al menos dos litros al día. Pero no agua común, sino mineral con jugo de limón. “El agua elimina los años desde adentro”, estaba convencida Coco. El alcohol lo permitía solo ocasionalmente: un vaso de champán en ocasiones especiales.

Hecho curioso: Chanel nunca comía mientras corría ni hacía meriendas entre las comidas principales. Cada comida era un ritual: mesa preparada, platos bonitos, disfrute lento del sabor.

El sol: el primer enemigo

Mientras todo el mundo se obsesionaba con el bronceado, Chanel fue una de las primeras en ir en contra de la corriente. “El sol es bonito, pero para la piel es mortal”, decía y nunca se bronceó. Incluso viviendo en la Riviera, aparecía en la playa solo bajo la sombra de un paraguas.

Protegía su cara con sombreros de ala ancha y aplicaba una crema solar hecha por ella misma con óxido de zinc. El receta la guardaba en secreto, pero se sabe que era tan eficaz que amigos la pedían.

En viajes siempre elegía habitaciones con ventanas que daban al norte. “La luz del norte es la más hermosa, no envejece”, explicaba su elección. En casa en París, su oficina también estaba ubicada al norte.

Detalles interesantes: Chanel fue una de las primeras en usar bronceador casero. Mezclaba harina con café y aplicaba la mezcla en áreas expuestas del cuerpo. Obtenía un tono dorado suave sin dañar la piel.

El cultivo de manos hermosas

“Las manos revelan más rápido la edad de una mujer que el rostro”, decía Chanel y les prestaba especial atención. Un manicure diario, hidratación, masaje: las manos eran su constante preocupación.

Cada noche hacía baños para las manos con sal marina y jugo de limón. Luego masajeaba cada dedo, aplicando crema nutritiva. Por la noche se ponía guantes de algodón para una mejor absorción.

Los uñes siempre fueron perfectos: no demasiado largos, pero sin defectos. Los cubría con esmalte transparente o tono rosado suave. “Un manicure llamativo es señal de mal gusto”, creía la diseñadora.

Trabajando en su atelier, siempre usaba guantes. Incluso durante los ensayos no tocaba las telas con sus manos desnudas. “Las manos no solo arruinan mi trabajo, también las telas se ven afectadas por ellas”, explicaba esta costumbre.

Ritual especial: un manicure con parafina semanal. Sumergía las manos en parafina caliente y se ponía guantes durante media hora. Tras la procedimiento, la piel se volvía increíblemente suave y joven.

Foto del sitio: ls.net.ru

Foto del sitio: ls.net.ru

Recetas secretas de belleza

Chanel no confiaba en cosméticos listos y preparaba sus cremas ella misma. Base: aceite de oliva de primera prensa, a la que añadía agua de rosas, extracto de manzanilla y vitamina E. Aplicaba la crema no solo en el rostro, sino también en el cuello, escote y manos.

Una vez por semana hacía una máscara con miel y avena. Mezclaba en proporciones iguales, agregaba unas gotas de jugo de limón y la aplicaba durante 20 minutos. “La miel nutre la piel, la avena limpia y el limón aclarar”, explicaba la eficacia de la máscara.

Para el cabello usaba enjuague con decocto de ortiga y romero. Preparaba el líquido por la noche y lo usaba por la mañana después de lavar el cabello. El resultado: brillo saludable y ausencia de canas hasta la vejez.

Medida secreta para la elasticidad de la piel: cubos de hielo con té verde. Cada mañana se pasaba con ellos el rostro y cuello. “El frío es el mejor amigo de la juventud”, repetía.

La psicología de la juventud

Pero el secreto principal de Chanel no estaba en cremas ni procedimientos, sino en su relación especial con la vida. Nunca hablaba de edad, no se quejaba de su salud ni permitía verse cansada frente a los demás.

“Una mujer es joven mientras sea interesante”, decía Coco. Siempre se desarrollaba, leía, viajaba y conocía nuevas personas. A los 80 años estudiaba el arte moderno y se mantenía al día con todos los eventos culturales.

Nunca se sentía nostálgica por el pasado. “Ayer es historia, mañana es misterio, hoy es un regalo”, amaba repetirlo. Siempre planificaba el futuro, trabajaba en nuevos proyectos y soñaba.

Le prestaba especial atención a su apariencia. Incluso en casa se veía impecable: peinado ordenado, maquillaje discreto y ropa elegante. “La descuidada en lo pequeño lleva al descuido en la vida”, creía.

Lecciones modernas de la gran dama

Los hábitos de Chanel parecen simples, pero requieren una disciplina ferrea. Sueño regular, actividad física, alimentación correcta, protección solar, cuidado de las manos: todo esto está al alcance de cualquier mujer.

Lo esencial: constancia. Chanel no hacía excepciones, no buscaba excusas y nunca posponía el cuidado de sí misma. Para ella, la belleza no era un objetivo, sino una herramienta del éxito.

Estudios modernos confirman la razón de Coco. Un sueño de calidad realmente ralentiza el envejecimiento, una ducha contrastante mejora la circulación sanguínea, limitar el azúcar prolonga la juventud y protegerse del sol evita el envejecimiento solar.

Quizás el secreto no esté en procedimientos específicos, sino en cómo Chanel trataba su cuerpo como un instrumento precioso. Ella entendía que para conquistar el mundo, primero debes conquistar a ti mismo. Y esta victoria comienza con simples hábitos diarios.

“La moda pasa, el estilo permanece”, decía Coco Chanel. Lo mismo se puede decir de la belleza: los productos y tratamientos cambian, pero los buenos hábitos son la base de la juventud para siempre.

Portada del sitio: ls.net.ru