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Casa de madera acogedora y cálida en Islandia
La diseñadora Rúth Karadóttir recordó que hace cien años todas las casas en Islandia se untaban con alquitrán y se pintaban las paredes de color negro. ¿Y qué hay dentro?
La ciudad de Borgarnes se encuentra a solo treinta kilómetros de Reykjavik, pero para llegar allí hay que cruzar un fiord pasando por el puente más largo de Islandia, con una longitud superior a los 500 metros.

La ciudad es pequeña, con solo dos mil habitantes, pero antigua: según las leyendas islandesas, hace diez siglos nació un escald, es decir, un poeta llamado Egill Skálgúmur, héroe de las leyendas medievales. Su padre fue uno de los poderosos vikingos noruegos que dejaron sus hogares en el continente para trasladarse a la isla.

En Islandia se veneran no solo los héroes de sus leyendas, sino también las tradiciones. Por ejemplo, las casas negras que se pueden ver en las ciudades islandesas son un tributo al antiguo hábito de untar las paredes con alquitrán. Hace apenas cien años solo se construía así.

Los bosques en Islandia son una rareza, por lo que la madera siempre fue importada y costosa. Se intentaba reutilizarla repetidamente: las casas que ya no servían se desmontaban cuidadosamente en lugar de romperse. Las tablas se usaban para nuevos edificios. Para que duraran lo más posible, se untaban como los costados de un bote.

La casa que construyó hace tres años en la ciudad de Borgarnes la diseñadora islandesa Rúth Karadóttir tiene una fachada negra como el alquitrán. Pero por dentro es cálida y acogedora.

La distribución es estándar para una casa moderna utilizada para descansar: junto a la sala de estar con dos ventanas, unida con la cocina y el comedor, se encuentra la habitación principal. La segunda habitación está en el ático, bajo el techo.

El ambiente, como suele ser común en casas nórdicas, es una mezcla de artículos provenientes de tiendas online como IKEA y Zara Home, objetos de segunda mano y antiguos hechos a mano. Una gran mesa de comedor de madera, capaz de sentar a muchas personas, y una tienda rural parecen haber sido hechas por un carpintero local.

Rúth Karadóttir intentó crear una atmósfera que se adapte perfectamente a un descanso sin prisa, cuyo encanto principal es la libertad de tareas, preocupaciones y agitación, disfrutar de la belleza de la naturaleza con sus colores y sonidos.
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