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Casa El Abrazo | Matteo Gagliardo | Delta del Río Paraná, Argentina
Arquitectura en armonía con los pantanos
Situada en las extensas zonas pantanosas del Delta del Río Paraná en Argentina, la Casa El Abrazo de Matteo Gagliardo representa una arquitectura colaborativa. No es solo una vivienda, sino una solución pensada para un entorno acuático en constante cambio, donde el nivel del agua, la aislación y la autosuficiencia definen la vida diaria.
Ubicada en la isla El Chirigué, a lo largo del arroyo Lechiguana, la casa se integra con el entorno mediante un muro terracota que asciende hasta el nivel del suelo de la construcción — una conexión arquitectónica entre tierra, agua y cielo.
Concepto y estrategia de diseño
El diseño surge a partir de tres factores determinantes del Delta: las crecidas, el paisaje y la autonomía. Para vivir en un ecosistema tan dinámico, Gagliardo creó una arquitectura que se adapta en lugar de resistirse.
Dos ejes principales organizan el proyecto:
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Eje Y establece una conexión visual y espacial entre el río, el muelle, la galería y un árbol maduro en la parte trasera del terreno — vinculando la arquitectura con sus puntos de referencia naturales.
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Eje X, interior, alinea la galería como corazón unificador de la casa, conectando dormitorios y zonas comunes, manteniendo un diálogo constante con el exterior.
El resultado es una casa que borra las fronteras entre lo interno y externo, permitiendo que el paisaje molde la vida cotidiana.
Elevación e integración
Para resistir las crecidas estacionales, la Casa El Abrazo se eleva sobre el nivel del suelo mediante una plataforma elevada. El muro terracota actúa como ruta de acceso y elemento topográfico, suavizando la transición entre tierra y edificio.
Este enfoque garantiza acceso durante las inundaciones, manteniendo la hidrología natural del terreno. La estructura compacta parece flotar entre las copas de los árboles — un impacto mínimo que ofrece máxima sensibilidad.
Organización espacial y materialidad
Espacialmente, la casa equilibra intimidad y apertura.
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Zona privada — dormitorios, baños, almacenes y espacios técnicos — está construida con estructura de acero, recubierta exteriormente con hojalata de zinc y paneles fenoílicos internos, resistentes a la humedad.
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Zona pública es una estructura pavilionada transparente, que sobresale hacia el exterior, sumergiendo a los ocupantes en el bosque circundante. Grandes paneles de vidrio y una galería abierta conectan lo interno con lo externo, convirtiendo encuentros en una extensión del paisaje.
La ventilación natural, la luz diaria filtrada y materiales ligeros crean una atmósfera cálida y adaptable, reflejando el ritmo orgánico del ecosistema.
Sostenibilidad y autosuficiencia
En esta región remota, la Casa El Abrazo está completamente desconectada de redes públicas, manifestando principios de independencia sostenible:
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Energía solar: paneles fotovoltaicos proporcionan toda la electricidad necesaria.
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Ciclo del agua: el río pasa por sedimentación y cloración para uso doméstico.
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Gestión de residuos: un biogás procesa aguas servidas, transformando desechos en materia orgánica segura.
Estas soluciones garantizan autonomía y equilibrio ecológico, alineadas con la filosofía del arquitecto que afirma: la arquitectura debe coexistir con la naturaleza, no dominarla.
Materialidad poética y sentido del lugar
El diseño de Gagliardo adopta esencialismo y sobriedad. Materiales industriales pero táctiles — acero ondulado, madera, tablas fenoílicas — reflejan las estructuras laborales del Delta, expresando una elegante simplicidad. La transparencia del núcleo público contrasta con la solidez de la zona privada, creando un equilibrio dinámico entre apertura y refugio.
Al atardecer, cuando la luz dorada se refleja en los pantanos, la casa brilla como un faro — un diálogo silencioso entre el arte humano y la sostenibilidad natural.
La Casa El Abrazo de Matteo Gagliardo representa un modelo de arquitectura contextual y sostenible. Es un refugio elevado, un puente entre tierra y agua, una declaración de estilo de vida sostenible en ecosistemas frágiles. Integrando la topografía, estructura y autonomía, el proyecto demuestra cómo un diseño bien pensado puede transformar los desafíos ecológicos en belleza arquitectónica.
Es una arquitectura de empatía — que acepta su contexto, sus habitantes y los ritmos del Delta.
Fotografías © Ramiro SosaMore articles:
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