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Cómo vivía Ludmila Gurchenko: de la communal hasta un apartamento de tres habitaciones en Patricios
Por qué la actriz no quería las fincas, vivía entre objetos de antigüedad y dormía con un poodle
Lo más importante de la entrada:
En su juventud vivía en una habitación comunal y ni siquiera alquilaba una habitación en un hotel — ahorraba;
Organizó su hogar como un escenario: muebles antiguos, lámparas, cortinas, espejos;
Manejaba la casa por sí misma, pero no sabía reparar electrodomésticos y llamaba a los técnicos;
Nunca quiso la vida rural, todo estaba en su apartamento;
En los últimos años de su vida casi no salía de casa y dormía en el sofá junto a su perro.
De la communalidad al propio “escenario”
Cuando en 1956 la película “Noche de carnaval” hizo a la joven Gurchenko una estrella universal, ella vivía en una pequeña habitación comunal con su madre en el centro de Moscú. A pesar de su fama, no se mudó a una vivienda independiente inmediatamente: a la actriz la invitaban frecuentemente a giras y sesiones de filmación, pero se esforzaba por no detenerse en hoteles — por ahorro. El dinero iba para trajes, discos, regalos. Su primer televisor lo compró unos años después de su fama.
Más tarde, cuando apareció su propio hogar en su vida, lo convirtió en una decoración teatral personal. Un escenario — en el sentido literal — era su sala de estar: allí estaba un piano, muebles con historia, sillones antiguos, muchos espejos, lámparas y hasta alfombras. Colgaba sus propias afiches, fotos, retratos antiguos en las paredes y encima de la puerta principal había una inscripción del musical: “Lusia, ¡tú eres una estrella!”
Foto: pinterest.comAntigüedades, cristal y arte de la decoración
Gurchenko no amaba el minimalismo. Consideraba que la casa debía estar rica en texturas: terciopelo, encajes, vidrio, madera. Su apartamento en Patricios recordaba al mismo tiempo un museo y un vestuario. Las cortinas eran pesadas con forro para que “se viviera suavemente”. En los alféizares estaban los veladores, y en la cocina siempre había flores vivas, incluso en invierno.
Su debilidad personal — los abajos y lámparas. Cada rincón tenía su luz. Esto daba a la habitación una sensación de escena, donde cada foco iluminado creaba el ambiente adecuado.
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¿Fincas? No, gracias. Solo Moscú y la estufa
A diferencia de muchas colegas del oficio, Gurchenko no tenía una finca. “Todo debe estar al alcance de mi mano”, decía ella. “Soy una persona urbana. No descanso cuando descanso”. Ella no sabía hacer nada en casa — ni reparar enchufes, ni perforar paredes — pero no dejaba entrar a limpiadoras. Todo lo hacía por sí misma: planchaba, lavaba el suelo, desempacaba cartas. Era su ritual — “dominar a uno mismo”.
Cocinaba poco, pero sabía hacerlo: sopas espesas, albóndigas, herring con capa de cebolla — “como la de mi madre”. Le encantaba el té con mermelada, especialmente con ciruela. En la cocina estaban las ollas de la época soviética, y siempre había un desorden acogedor: un tarro abierto de miel, manzanas limpias en un tazón, prensa fresca.
Foto: pinterest.comDormía junto a su perro y se esforzaba por no envejecer
En los últimos años de su vida Ludmila Markovna pasó en ese mismo apartamento en Patricios. Casi no salía a la calle, pero todos los días se arreglaba, se vestía con gusto, usaba collares e incluso en casa — tacones. Dormía no en la habitación, sino en el sofá de la sala — al lado de su poodle blanco Fanni, a quien adoraba.
Su día estaba programado por horas: por la mañana — prensa, té, llamadas. Luego — cuidado personal, lectura de cartas de admiradores. Por la noche — cine, a veces suyo, otras veces algo de clásicos. “La casa no es un lugar, sino una actitud”, — solía repetir.
Confort como reflejo de carácter
La casa de Gurchenko era un poco teatro, un poco despacho y un poco memoria. Todo lo que había dentro tenía significado: una mesa de periódicos, regalada por su esposo, un piano en el que escribía música, platos comprados en Georgia. No era solo un interior, sino un autorretrato.
No buscaba la modernidad. Incluso su teléfono era viejo, con cable. No le gustaban las redes sociales, no usaba computadora, pero leía cartas con cuidado y respondía a mano. Vivía como una estrella de la era — con luz, texturas y recuerdos.
Gurchenko se fue de la vida en 2011, pero su apartamento permaneció — como un escenario donde aún resonaba su voz. Y en eso residía todo el confort: en la combinación del dramatismo y el calor personal.
Portada: pinterest.com
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