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Maya Plisetskaya: cómo vivió la gran bailarina fuera de la escena

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Contamos cómo vivió la verdadera prima

Ella tejía su destino con la misma precisión que bailaba: al borde de las posibilidades. Maya Plisetskaya se convirtió en una leyenda en vida, pero también fuera de la escena conservó su elegancia, determinación y autonomía. Su hogar fue una extensión de su carácter: estricto, hermoso, lleno de luz y dignidad. Hoy esta apartamento es un museo donde se puede ver cómo vivió la verdadera prima. Te contamos más detalles.

Biografía breve

Maya Miháilovna Plisetskaya nació el 20 de noviembre de 1925 en Moscú. Su padre era un diplomático soviético y su madre una actriz del cine mudo. En 1938, su padre fue ejecutado como "enemigo del pueblo" y su madre fue exiliada a un campo de trabajo cerca de Aktiubinsk, mientras que Maya fue acogida por su tía, la bailarina Sula Messerer. Fue ella quien llevó a la niña al Instituto de Danza de la Gran Teatro.

Primera actuación en el Gran Teatro tuvo lugar cuando Maya tenía solo 18 años. En la década de 1950 ya interpretaba los papeles principales, pero por razones políticas no pudo viajar al extranjero durante mucho tiempo. Fue solo en las décadas de 1960 que sus escenas internacionales abrieron puertas en Nueva York, París y Milán. Su papel de cisne en "El cisne moribundo" se considera clásico. El esposo de Plisetskaya fue el compositor Rodión Schédrin, y vivieron juntos más de medio siglo.

Dónde vivió: apartamento en Arbat

Las últimas décadas de su vida las pasó en la casa ubicada en la plaza Spasopesskovskaya, cerca del Arbat. Allí vivieron juntos Rodión Schédrin y ella. Tras la muerte de la bailarina, el apartamento fue entregado a la ciudad y se convirtió en el Museo-Casa de Maya Plisetskaya.

El museo está abierto al público y se pueden ver objetos personales, afiches, trajes de escena, cartas, fotografías, zapatos de baile, frascos de perfumes e incluso palillos de ballet usados para estiramientos musculares.

No era un interior ostentoso, sino un espacio de intelecto y gusto: paredes blancas, una luz clara y nítida, estanterías de madera, espejo de cuerpo completo, escritorio con cartas. Una casa donde cada objeto tenía un significado y una historia.

Foto: rg.ruFoto: rg.ruFoto: rg.ruFoto: rg.ru

La casa como reflejo del carácter

Maya Miháilovna vivía con estricta disciplina, pero también con elegancia. No toleraba el ruido visual ni la sobrecarga de decoración, ni detalles innecesarios. Su paleta de colores era neutra y tranquila. En las paredes, afiches teatrales, fotografías de giras, cartas de Shagall, Tchoukov, Carmen Amaya. En el armario, trajes de escena ordenados con esmero en fundas.

La cocina era pequeña pero acogedora. Le gustaban comidas ligeras, especialmente sopas vegetales y pescado. No comía dulces. Una vez por semana, champán. “No me lo prohíben, simplemente no lo necesito”, decía ella sobre el azúcar.

Sobre los alféizares, flores vivas. Sus favoritas eran lirios blancos y tulipanes rojos. Su ramo siempre estaba en la sala principal, como un signo de respeto hacia sí misma y al espacio.

Foto: iknigi.netFoto: iknigis.net

La mañana de la bailarina

Se levantaba temprano, incluso en su jubilación. Comenzaba el día con una ligera gimnasia y estiramientos. Lo hacía en silencio, sin mostrarlo a nadie. No era una obligación, sino un estilo de vida. Respetaba la disciplina.

Después del entrenamiento, tomaba café, una breve caminata o lectura. Para el almuerzo: sopa vegetal, pescado al vapor, tostadas de pan negro. La cena era temprana y siempre ligera. Incluso a los 80 años conservó una figura asombrosa gracias al régimen, la autorregulación y la renuncia a lo innecesario.

Inspiración, silencio y libros

En la casa de Plisetskaya siempre había silencio. No soportaba conversaciones ruidosas, música fuerte o televisión como fondo. Cuando llegaban amigos, eran verdaderas veladas: con música, conversaciones y actuaciones espontáneas. Visitaban: Shostakovich, Rostropovich, Solzhenitsyn, Eliza Berta Lepa, Fellini.

Los libros eran el adorno principal de la casa. Su biblioteca incluía a Goethe, Cvetáieva, Ahmatova, Chekhov, Flaubert. Releyó sus favoritos y tomaba notas en los márgenes. Leer no era descanso, sino continuación del trabajo consigo mismo.

Foto: azvem.ruFoto: azvem.ru

Cartas, perfumes y trajes

En una habitación aparte: sus cartas. Mantuvo una extensa correspondencia con Marcel Marceau, Iv Sen-Lorán, Maurice Bejart. Conservaba todo: telegramas, tarjetas, notas de fanáticos, afiches con autógrafos.

Sobre la mesa del baño: frascos de perfumes, la mayoría franceses de Guerlain y Caron. Elegía los aromas intuitivamente, como la música.

Los trajes de escena no los entregó a los teatros, sino que se guardaron en casa, colgados y cuidados como si esperaran un retorno al escenario.

Su último papel: la casa

La casa se convirtió en su último teatro. Allí vivió en armonía total: rodeada de libros, música, flores y silencio. No había riqueza bulliciosa, pero sí lo que es más importante: respeto por la vida.

Ahora es un museo. Pero incluso sin guía, queda claro: aquí vivió una mujer con un cuerpo genial, una mente aguda y un gusto impecable. Una mujer que convirtió la disciplina en arte. Y su hogar se convirtió en un reflejo de su fuerza y belleza.

Portada: culture.ru