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Dónde vivía Frida Kahlo: la casa de la artista en México
Por sus fachadas pintadas de color turquesa, este hogar ubicado en la zona capitalina de México fue bautizado como Casa Azul (Casa Azul) por los vecinos. Fue construido por el padre de la artista a principios del siglo XX: allí nació Frida, vivió durante mucho tiempo y también allí falleció. Desde 1955 fue transformado en museo, conservando intacta la decoración que tenía durante su vida.

La construcción en estilo colonial tiene una distribución simple con paredes blancas y diez habitaciones decoradas con muebles de madera caoba. La mayoría de las ventanas dan al patio interior, manteniendo siempre fresco el ambiente.
Originalmente planeado como una sola planta, con el tiempo se añadió un segundo piso con otra habitación dormitorio y un gran taller: este último fue agregado por el esposo de la artista, Diego Rivera.

No se podría decir que el interior sea común ni corriente incluso para las personalidades más provocativas. La decoración típica de la región donde creció Frida junto con su familia fue complementada con su propio estilo personal: puertas y pisos pintados en colores brillantes, vitrinas llenas de cerámicas manualmente decoradas, máscaras rituales y esqueletos colgados.
Cada objeto aquí tiene un significado profundo y refleja algo que ocurrió en la vida de la artista.

Al igual que su esposo, Frida se interesó por la antigua cultura precolombina, por lo que artefactos como figuras de piedra se encuentran abundantes tanto dentro como afuera del hogar, en el jardín. Los esqueletos de papel maché también forman parte del diseño interior de la artista. Muchos fueron hechos por Diego mismo siguiendo tradiciones populares, donde figuras similares a humanos o Judas eran quemados el domingo de Pascua para simbolizar la destrucción del mal.

Objetos sin relación directa con el arte de los cónyuges ni menos extraños tampoco son pocos: solo mencionar una lata con embriones como amuleto para alejar a los invitados no deseados. Estos elementos singulares cautivaban a la artista, quien decía: “Esto es terrible, pero es maravilloso”, y rodeaba su hogar con estos hallazgos.

Las obras de la artista, sus esposos y sus amigos no se pierden en esta rica combinación de estilos. Quizás sea por las paredes blancas que Frida no cambió, manteniendo un fondo ideal para cualquier tipo de arte.















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